Cualquier tiempo pasado…
Santos Rejas Rodríguez
‘Y sentí dolor en el pecho’, finalizó diciéndome el
adolescente de dieciséis años. ¿Dolor de amor? No. De ansiedad, de angustia
ante los exámenes que tenía por delante y su ‘necesidad’ de obtener máximas
notas que le vayan aproximando el acceso a la carrera universitaria deseada, al
título que será papel mojado si no le añade varios máster que le acrediten para
ejercerlo y que, a buen seguro, limitarán para siempre su universo de
conocimientos y quebrantarán la economía familiar.
Mis compañeros de aquel entonces, yo mismo ¿tuvimos
alguna vez dolor precordial ante un examen? ¿Por necesidad de obtener una calificación
sobresaliente que abriera las puertas de la universidad? Que recuerde, no.
Bastaba superar la opción elegida, ciencias o letras, y quedaba expedita la
Facultad que expediría el título para ejercer una profesión desde ese mismo
instante.
¿Había que estudiar? Sí, claro. Pero había que sumergirse
con idéntica, o mayor intensidad, en submarinos amarillos para elegir entre el
ser y la nada, combatir la nausea existencial y contemplar cómo la metamorfosis
alargaba el cabello cuajándolo de ideas, anhelos, y alguna flor perdida entre
ellos… Y había que estirar las horas para que cupiera el canto al soldadito boliviano,
al recuerdo de Amanda y a adentrarse con los cachorros en barrios perdidos donde
las hojarascas se arracimaban a los pies de un coronel que no tenía quien le
escribiera… en sus cien años de soledad.
No hallamos hueco en aquel entonces para estudiar inglés.
Por las calles de París los chicos y las chicas cogidos de la mano tras la
flauta mágica de una Françoise inalcanzable descubrían tras las barricadas de
hierro y cartón piedra que el francés era más, mucho más que un idioma…
Como remate, y pese a todo el cúmulo de deberes relatados
que pesaban sobre los inciertos hombros juveniles, cuando el campus se teñía de
gris, había que galopar hasta enterrarlos en el mar. Y los dolores de corazón,
intensos y desgarradores, reservados para los amores imposibles.
El tiempo pasado, cualquier tiempo pasado… ¡qué diferente
e irrepetible es! ¡Ay!
No hay comentarios:
Publicar un comentario