La cosa de la calor
Santos Rejas Rodríguez
Cuando
el calor (o la calor, como se decía antaño por mi tierra) aprieta como está
apretando, el ser humano, incluido yo, puede caer en desvaríos que con
anterioridad al cambio climático no se producían.
Mi
caída la ha propiciado un libro: El chirrión de los políticos, de
Azorín. Es cierto que tras la lectura de la «Annotacion» que precede a
su comienzo no he podido resistirme a trasladar a esta cuartilla y media,—no va
a llegar a página—, algunos entresacados de este y dejar para otro momento de inlucidez
calurosa el texto del libro. Cito:
«Lo de “chirrión” puede ser tanto el carro con las ruedas
rechinantes como el látigo del Mayoral. La fantasía de Azorín es una
descripción, entre cómica y lírica, del ambiente de los políticos»…mi
incipiente salivación se detuvo al leer que se refería a los políticos de la
Restauración, ¡me cachis!
«La sátira de Azorín es útil y sirve para entender el papel
que tuvieron los intelectuales de la generación del 98 en la debelación del
régimen parlamentario…».
Tuve que detener la lectura para informarme que
debelación significa: vencer al contrario por la acción de las armas o de los
argumentos.
«Un
lenguaje de los políticos sumamente retorcido, anticuado e hipócrita tenía que
chocar contra el nuevo estilo límpido y vanguardista de los intelectuales del
98 y sucesores».
La diferencia con la situación actual es que carecemos de
una clase intelectual que critique con gracia a los políticos. Es más, lo que
llamamos lenguaje polítiqués contagia también a los intelectuales.
Perdón, perdón. Olvidé entrecomillar el párrafo anterior.
El comentario se refería a lo que pasaba en aquellos entonces. Cuando se publicó
el libro. Ahora no ocurre.
¡Qué disparate!
En estos tiempos que corren hay una clase intelectual, e
incluso varias, para dar y tomar. Petan los medios de comunicación, llenan las
tertulias, critican con gracia a los políticos…¡Y sin contagio que valga!
¡Faltaría más!
Pues eso.
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