jueves, 21 de abril de 2022

Otoño y primavera

 

Otoño y primavera

Santos Rejas Rodríguez

 

Antigua Casa del Heno

Mucho tiempo después de ayer

 

Quizás no sea un buen comienzo para una carta de amor. De las que, desafortunadamente, ni se escriben ni reciben. Y puede que esta no lo sea, aunque yo lo sienta así.

La mañana ha nacido fría, de escarcha. El despertar del día es lento, de montaña perezosa. El aire helado aleja los pensamientos negativos, como si nunca hubieran anidado. Y de repente, en este entorno, has reverdecido tú. Con la intensidad de entonces, con la misma existencia vívida de siempre. Sin despertar añoranzas, aunque sí, confieso, nostalgia. O quizás sea al revés. Da igual.

El olor. El olor a ti ha despertado mis sentidos, haciendo que el día de hoy sea el de después de ayer…como si no hubiera transcurrido el tiempo entre el antes y el hoy.

El discurrir del agua, impetuosa, en busca de una libertad sin retorno cuando se haga valle, unido al incipiente oro de otoño, hizo tu presencia tan tangible que tendí la mano para asir la tuya y volver a caminar juntos…

Y desapareciste de nuevo.

Como en aquella ocasión.

Y esta vez para siempre.

También como entonces. Amor…

Mae



Un domingo de abril

Hoy

 

Hola Mae. He tenido muchas dudas antes de decidirme a responder a tu carta. La leí de tirón al sacarla del sobre. Y me quedé mudo. No de habla, sino de preguntas y respuestas. Hoy la he recuperado del hondón de mi bolsillo donde la oculté con intención del olvido, de quien no sabe qué hacer.

Me inundó la misma incapacidad que cuando tengo que expresar sentimiento de condolencia a alguien que ha perdido un ser querido. No sé qué decir. Tu carta me dejó en carne viva hasta el forro del alma, caso que exista uno y otra. El vacío de la soledad no compartida, el que rezumas por ausencia imposible de consuelo, no tiene palabras que lo llene o, al menos, yo, no las tengo.

Te decía al principio que he dudado en escribirte, en responder a tu carta. Carta que se cogió de mi mano cuando la puse sobre ella y me eligió destinatario cuando dormía dentro de una caja de zapatos. Carta entretejida entre otras muchas, también abandonadas y silenciosas, en un puesto callejero del Rastro madrileño.

Y por eso te he escrito. Y te he dejado la respuesta dentro de un sobre, tan deslucido como el tuyo para que pase inadvertido entre los que allí aguardan. En el mismo puesto de la Ribera de Curtidores. Dentro de la misma caja de zapatos. A la espera de que se coja de una mano tendida.

Quizás de la tuya, Mae.

Y hablamos.

Y me cuentas.

Y te cuento…

Javier

1 comentario:

MBA dijo...

Precioso, sencillamente.