Reflexiones sobre la vida
SANTOS REJAS RODRÍGUEZ
Hace años, muchos, leí una
publicación en el periódico HOY, de Extremadura, titulada: 'Reflexiones sobre
la muerte'. Mi primera reacción para responder a la misma fue visceral,
emotiva, de compasión -en su significado de sentimiento de pena provocado por
el padecimiento de su protagonista-, y deseos de remediarlo o evitarlo. Por
aquellos entonces yo escribía semanalmente en dicho periódico una columna bajo el
rótulo de ‘Palabras en la arena’ y, ahondando en la reflexión llegué a dos
conclusiones: la inutilidad del deseo, al estar fuera de mi alcance cualquier
tipo de remedio, y la escasa diferencia existente entre la situación del autor
del artículo y cualquiera de sus lectores, incluido yo mismo.
Esa mínima diferencia estribaba en que
el lector no sabe a ciencia cierta cuándo morirá y quien escribió las
reflexiones sobre la muerte, debido a su enfermedad y condición de médico, tenía
un conocimiento muy aproximado sobre la suya. Pero el resultado es el mismo. No
cabe alternativa. No pretendo teorizar sobre asunto tan serio ni mucho menos
trivializarlo. Se trata de formular esta cuestión: si asumimos la muerte como
hecho incontrovertible y dejamos a un lado las múltiples hipótesis sobre su
trascendencia ¿qué nos queda?: La vida.
Y
sobre ella si podemos reflexionar con conocimiento de causa. Y buscar su
sentido en ella misma. En su calidad. En una palabra: tratar de llenar de contenido
la existencia, el día a día, el minuto a minuto, con vivencias, afectos,
ilusiones, hechos… No dejando que transcurra anodinamente como si nuestro
tiempo fuera infinito para realizar aquello que siempre hemos apetecido y nunca
materializado.
Me confesaba un amigo que si supiera que
iba a morir en fecha próxima llevaría a cabo unos planes de vida que desde hace años tiene en mente
y nunca se ha decidido a desarrollar por razones convencionales. Perdóname la
expresión, amigo, pero ¡qué estupidez! ¡qué pérdida de tiempo; qué perdida de
vida!, tuya, mía y de otros muchos seres humanos. ¡Si tenemos fecha fija! Si en
el caso de la vida humana nunca mejor aplicado el dicho de "no dejes para
mañana...”

Cuando vamos al cine o leemos un libro,
lo que verdaderamente nos suele Interesar es su contenido, el desarrollo, la
riqueza del tema, la dinámica de los personajes, los matices, los coloridos,
sus venturas y desventuras, sus amores y desamores. Casi nunca nos fijamos en la
palabra fin, excepto en algunas de misterio para saber su desenlace. Pues
hagamos lo mismo con nuestra historia. Ocupémonos más del contenido que del
final (que no tiene ningún suspense porque siempre es el mismo). Dejemos en paz
a la muerte. Llegará de todos modos, pero con una diferencia: si hemos
realizado nuestro destino será un proceso natural; si nos hemos despreocupado
de vivir, nos atenazará la angustia por el tiempo perdido, ya irrecuperable. Y aquí
es donde radica la tragedia, no en la muerte, sino en la vida no vivida,
perdida.
No sé por qué aquellas palabras que
escribí ‘sobre la arena’ me han sido devueltas ahora, en esta época de
incertidumbre… quizás, porque pese a todo, sigue estando presente la vida y es
obligación vivirla.
Pues eso.
3 comentarios:
Me ha encantado
El presente de la conciencia es eterno, no hay tiempo que lo atraviese. Sólo lo atraviesa en apariencia la muerte, en un continuum eterno que nos vuelve a reencontrar con nuestra conciencia. La muerte es otra vida, ignota ahora para nosotros.
Los "planes" de vida, las experiencias, son caminos necesarios en el devenir de la conciencia, que se aventura en perseguir y aprehender el néctar de la propia vida, Belleza, Amor, Justicia, Sabiduría. Ingenuos en la búsqueda, sólo recibimos las sombras de la caverna de Platón con la exaltación y frenesí necesarios, como humildes mortales. Sólo atisbamos la eternidad los que gozamos y sentimos dicho goce y exaltación. A veces torpemente sacando brillo al ego ante los demás. Nuestra conciencia infinita tras la muerte nos llevará por el verdadero sendero que devolverá el sentido a todo
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