¡Qué calores…!
Santos Rejas Rodríguez
Los meses posteriores al nacimiento de mi hijo mayor
fueron de un sindormir noche sí y otra también. Bien por desconocer los ciclos
circadianos, por hambruna o condición intrínseca, desde el anochecer hasta bien
entrada la luz del día, la criaturita gritaba, reía, gemía o lloraba. En
ocasiones todo a un tiempo.
La moda de «culpa del TDAH» no estaba en boga. El
pediatra, sensato él, aparte de aconsejar paciencia, me animó a entretener la
vela estudiando ‘otra carrerita’… tampoco se cursaban másteres en el ayer.
Aprendí métodos y estrategias para entretener las
vigilias. Entre ellas la de pensar. Es la que he puesto en práctica la noche
pasada para sobrevivir a la calorina.
La estrategia del pensar, en profundidad y
analíticamente, no es cuestión baladí ni puede dejarse al albur como, por
ejemplo, en el psicoanálisis. No. Es preciso elaborar un listado de temas,
evaluarlos y decidirse por el de mayor enjundia y/o atractivo.
Eso hice listando los asuntos que en este momento más nos preocupan a todos los
españoles.
Tras escasas
dudas, mi interés se decantó por el tema de mayor relevancia en estos días: la
extracción de los restos de Franco de su valle. Y funcionó. Sin ni siquiera
tocar fondo, lo del pensar en el asunto fue bajando mi temperatura hasta
dejarme frío.
Pero lo que son las cosas de la mente humana y de la
asociación de ideas. Cuando comenzó el nirvana a invadir mi cuerpo, y coincidiendo
con un espasmo mioclónico, precursor del
sueño, levitó en mi mente Santa Teresa. Y me dije ¿se podría elaborar ungüento de
su brazo incorrupto para untar con él a los de la clase política? ¿A toda?
Por aquello de que vacunar es prevenir. ¿O no?
(Esperemos
que vaya remitiendo el calor)
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